Cake Smash de mellizos: Alana & Adrián

Trabajar con un bebé ya es todo un reto. Con dos, el esfuerzo se multiplica. En esta ocasión recibimos en el estudio a los mellizos Alana y Adrián para una sesión cake smash. Desde el principio, quedó claro que cada uno tenía su propia personalidad y ritmo.

Adrián mostró interés desde el inicio; se animó a explorar y se acercó al pastel con curiosidad. Alana, por su parte, llegó un poco más tímida, pero hubo un momento clave que captó su atención: cuando tomó el topper del pastel y empezó a llevárselo a la boca. Ese instante nos regaló una de las fotos más memorables del día.

Uno de esos instantes espontáneos que roban el corazón: Alana, curiosa y encantadora, explorando el topper del pastel. Momentos así no se planean, simplemente suceden… y se vuelven inolvidables.

Logramos hacer algunas fotos individuales, varias de ambos juntos al lado del pastel y por supuesto con mamá y papá Sin embargo, como suele pasar con bebés pequeños, el cansancio no tardó en hacer presencia. A los 35 o 40 minutos de sesión, ya estaban agotados, irritables y llorando con frecuencia, a pesar de los intentos por animarlos con música y otros elementos.

Es en este tipo de sesiones donde se pone a prueba la paciencia, la observación y el saber soltar expectativas. Como fotógrafa, es esencial leer las señales que dan los bebés y actuar en consecuencia, priorizando siempre su bienestar emocional y físico por encima de cualquier lista de poses o ideas previas.

Un pastel, dos cucharas… y todo un universo de expresiones. Alana y Adrián, cada uno en su mundo, compartiendo el primer cumpleaños con esa mezcla perfecta de curiosidad y sorpresa que solo los bebés pueden transmitir.

También me parece importante destacar que no todas las sesiones con mellizos se desarrollan igual. Algunos hermanos se estimulan mutuamente y se motivan, mientras otros necesitan más tiempo para adaptarse. En este caso, ambos colaboraron por breves momentos, sobre todo al inicio, pero el sueño les ganó muy pronto. Aun así, esos pocos minutos fueron suficientes para rescatar expresiones genuinas y detalles valiosos.

Cada sesión es única y, aunque trabajamos con planificación, lo que termina funcionando es la sensibilidad para adaptarse. Saber cuándo hacer una pausa, cuándo insistir un poco más y cuándo dar por finalizada la jornada es parte del trabajo detrás de cámara que muchas veces no se ve, pero es determinante en el resultado.

En ese punto, decidí terminar la sesión. Había una foto específica que la madre deseaba —Alana sentada en una sillita y Adrián de pie al lado— pero las condiciones no eran las adecuadas. Cuando un bebé tiene sueño y está incómodo, no se puede forzar la situación. Alargar innecesariamente la sesión solo incrementa el malestar y disminuye la posibilidad de obtener imágenes de calidad.

A veces, los momentos más auténticos no son los que imaginamos… sino los que simplemente ocurren. Y este fue uno de ellos: puro, honesto y lleno de emoción.

Entiendo que como madre pueda sentirse un poco decepcionada al no obtener esa imagen puntual, pero también es importante tener claro que cada sesión se adapta a lo que los bebés permiten en el momento. Por suerte, logramos capturar fotos bonitas de ambos, tanto juntos como por separado, y eso es lo que al final permanece como recuerdo: lo auténtico, lo posible y lo real del momento que vivieron.

Cuando se trata de mellizos, la preparación y las expectativas claras son clave. Es ideal que los bebés lleguen descansados, que hayan comido antes de la sesión y que traigan algún objeto familiar si les ayuda a sentirse cómodos. También es importante entender que cada bebé reacciona de forma distinta: uno puede estar activo mientras el otro necesita más tiempo. Y aunque tengamos una idea clara de las fotos que queremos, al final, son ellos quienes marcan el ritmo. Ser flexibles y confiar en el proceso hace toda la diferencia.